Eran ya varios días con el cielo nublado y lloviendo, hacía frío y todo parecía triste. Los koalas estaban disgustados y decidieron pedir a las nubes que se marcharan, pero estas no sólo no se fueron, sino que querían quedarse por más tiempo.
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Los koalas fueron en busca del viento y le pidieron que soplara y se llevara a las nubes lejos de allí. El viento les advirtió que era un gran error, pero los koalas no le escucharon y ese día las nubes desaparecieron empujadas por el fuerte viento.
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Durante un tiempo los koalas fueron felices a pleno sol, la Sra. Rana y sus pequeños chapoteaban en la charca, los insectos revoloteaban, los pájaros cantaban y los caracoles sacaban sus cuernos al sol.
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Pero un día el koala Taki salió como cada mañana a darse un baño y se encontró con un triste charco en lugar de la laguna de siempre. La Sra. Rana y el Sr. Sapo hacían las maletas para mudarse a la orilla del río, pero una culebra les advirtió que el cauce estaba seco. La hierba y las hojas de los eucaliptos se pusieron amarillas y cayeron. El calor se hizo insoportable y muchos animales se marcharon en busca de agua a otros lugares. No había comida, ni agua, ni sombra.
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Hubo una reunión urgente y Taki, que es muy decidido, propuso llamar de nuevo a las nubes para que lloviera. Todos sabían que se habían equivocado cuando las echaron y que resultaría difícil volver a traerlas. Taki fue a hablar con el viento y éste le dijo que habría que hacerles un gran regalo para que les perdonasen.
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A la Sra. Águila se le ocurrió una idea, voló muy alto y le pidió al sol algunos rayos brillantes. El viento fue el encargado de convencer a las nubes y empujarlas de nuevo al bosque. Accedieron a regañadientes pero al rato empezó a llover un poquito. Taki esparció los rayos de sol por el cielo desde la copa del mayor eucalipto y por arte de magia, cuando atravesaron las gotitas de lluvia, todo se volvió de colores. Un arco de siete colores: rojo, amarillo, siam, azul, violeta, verde, naranja… hicieron que todos los koalas se quedaran boquiabiertos mirando al cielo.
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Las nubes estaban encantadas con su hermoso regalo y lo llamaron arcoiris. Los animales del bosque volvieron a ser felices, a chapotear en su charca, las plantas crecieron verdes y los eucaliptos florecieron de nuevo. El río recuperó su cauce y Taki volvió a tomar sus baños matutinos.
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Un día unos cuantos koalas fueron a quejarse al koala jefe de que el viento no dejaba de soplar y los koalas no podían moverse con facilidad, pero, claro, esa es otra historia.
